Hace mucho tiempo ( o sea hace unos años) vi una entrevista que le hicieron a Margaret Atwood, autora de El Cuento de la Criada, y una de las anécdotas que recuerdo más es una que incluye a Yann Martel, autor de La vida de Pi.


Esta anécdota no la recuerdo literal pero todo empezó cuando le preguntaron del éxito de la adaptación de su novela “El Cuento de la Criada” (The Handmaid’s Tale) y sobre su rol en sus adaptaciones, y siendo sincera no recuerdo exactamente qué fue lo que dijo con respecto a sus propias adaptaciones, pero lo que si recuerdo es que mencionó como el autor canadiense Yann Martel voló a Estados Unidos por los Oscars 2013, ya que la adaptación de su novela La Vida de Pi había recibido 11 nominaciones, incluyendo mejor película, y, al final de la noche, ganó 4 premios (más que cualquier otra ese año). Esto llevaría a creer que el autor había sido uno de los muchos invitados a la ceremonia, pero nope…Margaret Atwood mencionó que Yann Martel efectivamente voló a Los Ángeles (invitado por el estudio) pero no fue invitado a la ceremonia, sino que vio todo en la televisión desde su habitación de hotel. Y esa era su manera de explicar el rol que usualmente tienen los autores con respecto a las adaptaciones de sus novelas.
Básicamente, las adaptaciones son algo ajeno a la obra literaria, y no por ser el autor de la novela significa que tienen un rol o control sobre la adaptación.
Y algo que me di cuenta mientras investigaba y escribía otra entrada similar que era sobre autores que habían tenido problemas con las adaptaciones de sus novelas es que los autores usualmente tienen muy poco poder sobre las adaptaciones, al menos cuando los autores no son muy populares.
La mayoría de los contratos cuando se venden los derechos no requieren que el autor tenga un rol en la producción de la adaptación, y a lo mucho lo invitarán para tener un rol como consultor, pero los estudios no están obligados a hacerles caso a sus sugerencias u opiniones.
Esta es la razón por la que hay autores que se vuelven sobreprotectores de sus obras y solamente venden los derechos cuando pueden asegurarse de mantener cierto control o de poder escoger a las personas encargadas de las adaptaciones, como George R.R Martin con Juego de Tronos.
Realmente, en la mayoría de los casos, los autores deben de decidir si quieren vender los derechos para ganar más dinero, sabiendo que una vez que los vendan perderán control sobre como sus historias son contadas, como Andrzej Sapkowski con The Witcher, o rechazar venderlos, como fue con Cien Años de Soledad de Gabriel Garcia Márquez (quien nunca quiso vender los derechos por temor a que arruinaran la historia, aunque, eventualmente, fueron vendidos después de que el autor falleciera)
Y realmente los autores que siempre saldrán ganando con respecto a este tema son los autores muy populares cuyos nombres tienen ya valor, como Stephen King o J.K Rowling, ya que tienen poder para negociar, algo que autores menos populares no tienen.
Y buenos siempre están esos casos raros en los que los autores logran que los contraten para adaptar sus propias novelas como Gillian Flynn con Gone Girl o Sally Rooney con Normal People. Y siempre están esos casos aún más raros como Stephen Chbosky con Ventajas de ser Invisible en las que logró ser el director y guionista de la adaptación…